Buenos días, lo primero, ¿qué tal está? ¿Cómo lleva el virus? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
Es verdad que no estamos en el mejor de los momentos con esta pandemia que nos ha caído, pero esto es un aprendizaje más de la vida y tenemos que llevarlo de la mejor manera posible. Siempre se pueden sacar cosas buenas incluso de las peores situaciones.Bien, pasemos a las preguntas. Solemos hacer una a todos los entrevistados. Es un menú literario de tres platos: un primero, un segundo, y un postre. ¿Qué tres libros escogería para cada uno de esos platos y por qué?
Siento
decir que es un tipo de pregunta que me horroriza. Soy una persona excesiva,
muy pasional, me cuesta ceñirme. ¡Hay tantos libros que han significado
tantísimo para mí en según qué etapas de mi vida! Y si el menú es para alguien,
me gusta conocer a la persona, para saber qué menú preparar. Pero, en fin, si
no queda otra… Igual a más de uno se le corta la digestión. De primero les
daría El ruido y la furia, de William
Faulkner, un autor que te revuelve, te intranquiliza, desde luego no te deja
indiferente. Es una historia de familia contada por uno de los miembros que es
discapacitado mental. Es muy impactante, muy dura, muy visceral, pero
excelente. De segundo, Crimen y castigo,
de Dostoyevski, una novela de carácter psicológico que te deja sin aliento y te
da idea de la complejidad del ser humano. Y como postre, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, una novela que me
deslumbró cuando la leí a los dieciséis años y volvió a hacerlo en sucesivas
relecturas.
Usted ha escrito tantos libros que no tengo dedos suficientes para contarlos. ¿De dónde nace esa pasión por contar historias?
Desde muy pequeña he sentido la necesidad de novelar como una forma de explicarme el mundo, que siempre me ha parecido raro, y he sido muy aventurera. Además, mi cabeza es un volcán en erupción, el rayo que no cesa. Cuando aún no sabía escribir, mis juegos consistían en imaginar historias y aventuras que representaba sin tregua. Y en el momento en que aprendí a leer, me di cuenta de que la Literatura era ese libro de instrucciones que me faltaba para entender ese mundo tan extraño. Fue un amor a primera vista. Descubrí que había personajes con los que me identificaba un montón y me hacían sentir bien, y que leyendo entendía mejor los comportamientos de gente que, en principio, resultaban incomprensibles, sus conflictos, sus sentimientos… El universo emocional de las personas es de una gran complejidad y a mí me interesa investigarlo.
Ha escrito tanto literatura juvenil como infantil, ambas cosas con éxito. Díganos, ¿nunca ha pensado escribir para un público adulto? ¿No le atrae ese tipo de novela?
Creo que uno no elige el tipo de libros que escribe. Son ellos quienes te eligen a ti por alguna misteriosa razón. Imagino que mi literatura tiene mucho que ver con que yo, de pequeña, no quería ser mayor, como Peter Pan. Me parecía que un mundo sin juegos ni aventuras era un tostón y que los adultos eran personas muy aburridas. Así que supongo que me he seguido manteniendo en ese afán: no he matado a la niña que fui y que continúo siendo en muchos aspectos. En el caso de la Literatura juvenil, me cuesta diferenciarla de la de adultos como no sea por los personajes que en ella intervienen. Hace años no existía esa división. Yo creo que hay Literatura buena, auténtica, y Literatura mala. Dicho esto, y moviéndome dentro de esos cánones que a mí me cuesta distinguir, he escrito una novela gráfica para Grijalbo supuestamente para adultos: “El regalo perfecto para mamá” y entre las numerosas historias que hay en la recámara de mi cabeza podría haber más. No sé si tendré tanto tiempo.
Hay algo que me interesa mucho de los escritores (será porque yo también escribo): su método de trabajo. ¿Cómo escribe? ¿Sigue algún ritual, como poner bandas sonoras de fondo, o algo así? ¿Cuánto le lleva escribir cada historia? ¿Qué le resulta más difícil escribir: historias infantiles o juveniles? ¿Revisa mucho?
Una
vez que tengo la idea madura en la cabeza, el tono, el punto de vista narrativo
y los personajes empiezan a volverme loca porque quieren empezar a andar, me
siento al ordenador. Ellos son los que tiran de mí y de la historia: la
curiosidad por saber lo que les pasa, cómo actúan, cómo piensan, cómo es su voz
interior, su ambiente, sus circunstancias personales y familiares… Ellos me
abren tramas con las que no contaba o me cierran otras. Me interno tan a fondo
en su mundo que todos mis sentidos están metidos de lleno en la novela.
Necesito escuchar los sonidos que hay en los lugares por los que se mueven,
saber cómo huele, qué ambiente se respira… No puedo escuchar música a no ser
que la necesite para lo que estoy contando, porque tengo muy buen oído musical
y me voy con ella... Corrijo sin cesar: leo y releo constantemente según voy
escribiendo. Cuanto más escribes, más buscas esa precisión lingüística que es
fundamental para que el texto adquiera relevancia, brillo. Cada día releo y
corrijo lo anterior o, si ya va muy avanzada, leo los dos últimos capítulos.
Una vez terminada la historia, le dedico unas cuantas lecturas hasta ver que no
queda ninguna nota discordante. Incluso, si la puedo dejo reposar un tiempo
largo, es lo ideal para hacer las últimas correcciones. Es importante esa
lejanía para corregirla de manera más objetiva; estás menos condicionada.
Cuando publica una novela, ¿siente miedo?
No, ¿por qué? Soy muy kamikaze. Jajaja. La he escrito lo mejor que he sabido, he puesto toda la carne en el asador, he tratado a los personajes con un enorme cariño y respeto, me he vaciado por completo, y luego ya depende de los lectores. Quizás he conjurado ese temor porque suelo conectar muy bien con ellos, y eso me llena de satisfacción.
¿Cómo es su relación con las/los editores/as? ¿Es de las que necesita una comunicación constante?
Me encanta que haya empatía y complicidad. Eso para mí es esencial. Un buen editor cumple un papel muy importante en la novela: la cuida, la mima, te ayuda a prescindir de lo superfluo… Es genial cuando te hacen sugerencias que ves que la mejoran.
Respecto al oficio, ¿Qué opina: un escritor nace o se hace? ¿Se puede vivir del cuento?
Creo que hay un poco de las dos cosas. En mi caso, escribir es una auténtica necesidad: calma mi cabeza volcánica porque la obliga a verter toda esa imaginación incontenible que, de otro modo, me conduciría a la locura, como a Don Quijote. Escribir me afecta anímicamente: duermo mejor, me siento genial, llena de energía… En definitiva, me proporciona felicidad. Pero escribir bien es muy difícil, hay que dedicarle un montón de horas, es fundamental hacer oficio. No hay escritor con una buena obra sin un ingente trabajo detrás. Desde luego, yo he trabajado muchísimo y efectivamente vivo del cuento, pero es muy difícil poder hacerlo.
¿Ha notado un cambio en la literatura infantil y juvenil en los últimos años? ¿Y en l@s chavales? ¿Es más difícil escribir ahora para ell@s que antes?
Digamos
que cada vez hay más competencia: Tablet, móvil, redes sociales, videojuegos…
Sin embargo, yo veo que leer les gusta mucho a los chavales cuando ese libro
les llega al corazón, cuando hay autenticidad. Porque tanto los niños como los
adolescentes son muy auténticos y detectan rápidamente si no hay verdad en lo
que se les cuenta. Hay un empeño grande en la sociedad por lo políticamente
correcto, por esconderle al niño los conflictos, por darles un mundo de Yuppi
inexistente con el que es imposible identificarse, por hacer que el libro se
convierta en una pantalla virtual, todo es descafeinado, y eso, evidentemente,
los desvincula de la Literatura. Recuerdo que, cuando tenía ocho años, saqué de
la biblioteca del colegio “La tía Tula” porque me atrajo el título. No tenía ni
idea de quién era Unamuno y que no era una novela destinada a los niños. Pues
curiosamente fue uno de los libros que me causó más impacto. Me entusiasmó
porque hablaba de la vida, de sentimientos muy reales. Lo mismo que los de
Dickens. Pero creo que la enseñanza está mal planteada: se deberían leer al
menos veinte títulos cada curso, no uno por trimestre. Menos manual y más
lectura.
Tres datos: primero, en los últimos años, el mundo literario ha facturado en torno al 38% menos que en años precedentes; segundo, en Francia el noventa por ciento de los libros no se reedita tras la primera edición, sencillamente se descataloga; tercero, el cincuenta por ciento de las ventas de libros es digital, Amazon mediante. ¿Le asusta el panorama?
Como soy de letras, las estadísticas me dicen poco o nada. Yo me recorro cada año un montón de colegios e institutos en los que me reciben como a una cantante de rock. Han llegado a aplaudirme durante varios minutos, hacerme la ola, me hacen regalos, me escriben, me van a ver a las Ferias, algunos han venido a mi casa… Hacen que me sienta muy querida. Una niña, superfan de Pupi, eligió venir a verme a mí en lugar de ir al Parque de la Warner. Y esto es por lo que yo me guío. A veces tengo la impresión de que las cifras solo son un modo de ocultar la incompetencia de los políticos, que no dan a los libros y a la cultura en general el lugar de relevancia que se merecen. Desde luego, a los niños y a los jóvenes les gusta leer. Eso lo he constatado.
Por curiosidad, ¿qué opina de los concursos literarios? ¿los recomienda?
-Hoy por hoy, es difícil que las editoriales lean la cantidad de manuscritos que les llegan, así que los concursos es una de las vías para lograr que lo hagan y poder llamar su atención. Pero hay que ser consciente de que solo gana uno y no necesariamente es mejor libro que otro de los que se presentan, por eso no debe llevar a frustración no ganar. También está bien tener una meta concreta para aquello que estás escribiendo.
Si alguien quisiera dedicarse a la escritura, ¿qué consejos le daría? ¿Recomienda las agencias literarias?
El primero y más importante es que sean conscientes de que el oficio de escritor es una carrera de fondo. Vivimos en el mundo de la inmediatez, y la Literatura es de tempo lento: hay que leer mucho y escribir muchísimo para llegar a hacerlo bien. Y desde luego, que sean conscientes de que es muy difícil vivir de esto, de que escribir es un reto diario de superación, porque nunca se termina de aprender, aunque eso es lo bonito. Cada novela constituye un aprendizaje. A veces la gente ve solo el glamour del escritor firmando en las Ferias, pero detrás de ello hay mucho tesón, un gran esfuerzo diario, un montón de dificultades tipo los Doce Trabajos de Hércules, una gran lucha. Hay que ser muy fuerte para resistir. Además, es un trabajo solitario, así que es importante conocerse, saber las limitaciones de cada uno. Yo tengo agente y tengo una magnífica relación con ella: somos cómplices, siento que es mi amiga y me ayuda un montón en esta ardua tarea que es publicar un libro. Mi experiencia personal es muy positiva en este terreno.
¡Muchas gracias a la autora!
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