¿De qué va el libro?
Nacida en Praga en 1929, hija de familia judía, Dita Kraus ha vivido las décadas más turbulentas de los siglos XX y XXI. En estas, sus memorias, Dita escribe con sorprendente claridad sobre los horrores y las alegrías de una vida interrumpida por el Holocausto. Desde sus primeros recuerdos y amistades de infancia en Praga antes de la guerra, hasta la ocupación nazi que llevó a ella y a su familia a ser enviadas al gueto judío en Terezín, así como al miedo y la valentía inimaginables de su encarcelamiento en Auschwitz y Bergen-Belsen, y la vida después de la liberación.
Dita ofrece un testimonio inquebrantable sobre las duras condiciones de los campamentos y su papel como bibliotecaria de los preciosos libros que sus compañeros prisioneros lograron pasar como contrabando esquivando la mirada vigilante de los guardias y que ella atesoró y cuidó. Pero también mira más allá del Holocausto, haciendo hincapié en la vida que reconstruyó después de la guerra: su matrimonio con su compañero, también superviviente, Otto B Kraus, una nueva vida en Israel y la felicidad y las angustias de la maternidad.
¿Qué me ha parecido?
No recuerdo haber pasado nunca una época como esta. Creo que en los últimos meses he leído más biografías que en toda mi vida. Y no me canso. Hay algo que me atrae en leer las palabras de una persona sobre su propia vida. Encuentro conmovedor ese modo de desgranar los acontecimientos más relevantes para que los demás puedan formar parte de esos momentos en los que la energía y las vibraciones te ponen el vello de punta, aunque sea a distancia y como observador/a. Veo en es@s narrador@s una completa y absoluta entrega a los demás, porque cuando explicas a otra persona lo que llevas en tu interior, eso que te ha pasado y que te has guardado durante años en un rincón muy profundo, que posiblemente te ha dejado una huella indeleble, estás regalándole algo que no se puede pagar con dinero. Así lo he sentido siempre, quizá por eso disfrute tanto con este tipo de libros que no son para todos los públicos, pues no todas las bocas son capaces de reconocer todos los sabores.
Dita Kraus es una narradora soberbia. Creo que lo que más me ha gustado de la historia de esta mujer tan vivaz es que no relata sus recuerdos con una percepción brillante. Me explico. A veces, cuando lees biografías, te sorprende la claridad con la que se cuentan ciertos pasajes. Esto me hace preguntarme qué tipo de persona está relatando los hechos y cómo debe de ser su memoria para recordarlo todo. La vida real no es así. Al menos a mí no pasa. Uno no recuerda todo en orden, cuantos más años tienes, mayores son las lagunas. Hay momentos que se desvanecen con el tiempo en una especie de bruma que lo oculta todo menos el sabor. Con Dita Kraus he sentido esa verosimilitud de quien habla de lo real. No relata una vida de cabo a rabo, porque sería imposible, sino los aspectos clave de esa vida que ha tenido. Así, se van saltando los temas de unos a otros, como debe ser. Porque Dita Kraus habla de muchas cosas, pero las que menciona lo hace porque en un momento determinado fueron relevantes para ella. Como su primer beso, sus primeras amigas, una vez que su madre la traicionó y muchas otras cosas.
La historia de esta mujer soberbia que cuidaba libros ajenos es, cuando menos tierna. Su prosa es muy sencilla; sus recuerdos, luminosos y cercanos. Dita tiene una facilidad de palabra que hace que sea sencillo situarse en la narración. Sus descripciones, sin ir muy allá, son precisas y simples, pero efectivas. Logran transmitir la ternura de una caricia de mamá, que puedas adivinar la nariz curvada de papá, que oler esas ricas comidas de la abuela o las cataplasmas que aplicaba a la barriga cuando había días malos. Dita Kraus ha escrito un libro precioso sobre gente sencilla que ha pasado momentos malos, sí, pero también buenos. Ha sabido hacer algo muy difícil en un libro que habla de temas tan serios como el holocausto: hablar de lo bueno, porque también lo hubo. Porque hubo partes oscuras, es cierto, pero la oscuridad existe porque hay luz. De lo contrario no sabríamos distinguirla, ver su volumen, su forma o su curvatura, porque la oscuridad da miedo, precisamente, porque tapa la luz. Y Dita lo sabe. Sospecho que estamos ante una mujer sabia que ha vivido mucho, bueno y malo, y ha sabido adaptarse. Eso es con lo que me quedo de Dita, con su capacidad de adaptación al medio. Es este modo de doblarse sin romperse ante los acontecimientos lo que me provoca escalofríos. ¡Cuánta fuerza hay que tener para hacer eso! ¡Y cuánta ductilidad!
No quiero dejar de mencionar, también, la edición del libro, pues me ha sorprendido un poco el modo en el que se han incluido las fotos en él. Estoy acostumbrado a leer biografías y casi todas ellas adjuntan las fotos en la mitad del libro. Te ponen un mazacote de fotos que eres incapaz de aguantar sin mirar, al menos yo, y acabas destripándote a ti mismo/a lo que va a pasar más adelante. Frustrante a más no poder. Aquí las fotos son de un tamaño pequeño y se adjuntan a los inicios de los capítulos. Sí me hubiera gustado un poco más de resolución o arreglo de blancos y negros, pues algunas son un poco oscuras y no se aprecian bien, pero la idea de ir administrándolas poco a poco, me parece muy acertada.
‘Yo, Dita Kraus. La bibliotecaria de Auschwitz’, no es un libro sobre el holocausto, ni sobre Auschwitz, es una historia sobre una mujer que ha sabido ser y estar en el momento de la historia que le ha tocado vivir. Es un libro sobre personas valientes que podrían ser el vecino de enfrente, esa gente a la que te encuentras al ir a comprar el pan y a la que le pasa algo horrible; esta es una historia sobre gente sencilla que intenta hacer el bien y resistir. Es un libro que hace pensar. Para mí, es de obligada lectura.
Con lacolaboración de Roca Editorial.
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