¿çDe qué habla la novela?
«No soy negro, soy hombre.» Elwood Curtis se toma muy en serio las palabras de Martin Luther King y, al igual que él, sueña con hacer de este mundo un lugar más justo. Tras ser abandonado por sus padres y criado por su querida pero estricta abuela, este adolescente se ha convertido en un chico prometedor que ve en los estudios su única salida. Pero de poco sirve ser un buen estudiante en la Academia Nickel. Cuando, a causa de un malentendido, le encierran en este reformatorio, Elwood no tarda en darse cuenta de ello.
La Academia Nickel se vanagloria de convertir a sus internos en «hombres hechos y derechos» gracias a la instrucción «física, intelectual y moral» necesaria, pero este lugar oculta un brutal secreto y una realidad corrupta, respaldada por muchos y obviada por todos. El adolescente Elwood intentará sobrellevarlo con la ayuda de su buen amigo Turner, que piensa que la única forma de sobrevivir en la Nickel es emular la crueldad y el cinismo de sus opresores. Elwood, en cambio, prefiere seguir las enseñanzas del doctor King: «Enviadnos a la cárcel, y os querremos igual». El escepticismo de uno y el idealismo de otro les llevarán a tomar una decisión que tendrá inevitables repercusiones en su futuro.
Basada en el estremecedor caso real de un reformatorio de Florida que estuvo en funcionamiento durante más de un siglo y destrozó la vida de miles de niños, Los chicos de la Nickel es una novela devastadora que, a caballo entre el momento actual y el del final de la segregación racial estadounidense, en los años sesenta, muestra la genialidad de un escritor en la cima de su carrera.
¿Qué me ha parecido?
No me resulta fácil hacer esta reseña, tengo muchos sentimientos encontrados con la novela, flamante ganadora del Pulitzer 2020, merecido, por otra parte, todo sea dicho de paso. Si algo define a esta historia es el dolor. Para muestra, sirve leer la primera oración que aparece en el prólogo y que me permito la licencia de copiar aquí: 'Hasta muertos creaban problemas, los chicos'. Hasta muertos creaban problemas. Solo es necesario leer cuatro palabras solitarias para darte cuenta de en qué tipo de libro te has metido. Cuatro palabras para que te sientas mal contigo mismo, aunque no seas culpable de nada. Cuatro palabras para que tengas que cambiar de postura en el sofá y sujetar mejor el libro que tienes entre las manos. Porque estás a punto de adentrarte en la más insondable miseria humana. De eso va el libro. Del mal en estado puro. De la supervivencia. De la injusticia de quienes ven y miran a otra parte.
¡Qué gran novela es ‘Los chicos de la Nickel’! Qué novelón. Y qué pena más grande. Cuando tienes este libro en las manos, no pasas las páginas, lo que haces es tragar saliva y mirar con miedo al monstruo que sabes que se esconde un paso más allá, en la penumbra, mientras piensas en cuánto deseas no verlo, aunque sabes que da igual lo que deseas, porque el monstruo va a seguir allí pase lo que pase. Y es que el monstruo estaba en cada página. Su olor, sus huellas, impregnaban cada letra de la historia. Un monstruo con mayúsculas: la impunidad para hacer el mal a sabiendas.
Cualquiera podría pensar que lo habla el autor es una simple fantasía. El problema llega cuando te das cuenta de que nos está contando está basado en hechos reales no tan distantes en el tiempo. Lo que se cuenta sobre ese reformatorio, sobre ese monstruo que anida en lugares húmedos y oscuros, ocurrió de verdad a chavales que no tenían modo de huir.
El libro me ha provocado muchos sentimientos encontrados: maravilla, por el modo en que está escrito; vergüenza de que el ser, al que llamamos humano, sea capaz de ser tan indigno de su nombre; nerviosismo, por lo que dice en cada página; anhelo, por un poco de tregua, odio… Sí, un odio visceral y profundo hacia todo lo que representa. Hacia todo lo que somos. Y también miedo, porque sé que lo que nos relata, sucedió. Aún así, si tuviera que elegir un sentimiento que me ha provocado la novela, creo que escogería la empatía. ¡Y es que me ha dado una pena lo que estaba leyendo…!
Esta no es una historia para leer a medias con la tele o con música puesta de fondo. No es una novela de lectura rápida. ‘Los chicos de la Nickel’ merece una lectura sosegada (aunque el ritmo provoque que sea casi imposible), y, sobre todo, una reflexión. Me gustaría pensar que también un debate.
Os he traído esta historia porque creo que puede aportar una visión necesaria, más con la que está cayendo, sobre todo en América con los abusos policiales a gente de color. ‘Los chicos de la Nickel’ debería ser lectura obligada en institutos. Como mínimo, los docentes deberían usar textos escogidos para trabajar el debate y el diálogo. Hay tantos que no sé por dónde empezar, porque las posibilidades didácticas del libro son abrumadoras e incuestionables.
‘Los chicos de la Nickel’, novelón, o cómo el ser humano, en ocasiones, merece la extinción. Porque, y si no lo digo, reviento, el ser humano es un hijo de puta hasta que se demuestre lo contrario.
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