Muchas gracias por aceptar esta
mini entrevista. La primera pregunta es necesaria y obvia: ¿cómo lleva el bicho
este? ¿Ha aprovechado el confinamiento para escribir más o le ha sido un
incordio?
Como todos: con extrañeza, con
tristeza por todo lo que está ocurriendo cómo está afectando a las vidas de
muchísimas personas. Me entristece mucho cómo ha afectado a la generación más
veterana, a las personas mayores; cómo muchas se han ido sin que podamos
despedirlas. Cómo han sido víctimas de una sociedad que las ha olvidado y que
yo creo que ha perdido su humanidad. Y que esta situación lo ha puesto de
relieve también me entristece mucho cómo está siendo esta situación para jóvenes
adolescentes, niños. Creo que están viviendo un entorno que es muy complicado
para su socialización, para su desarrollo personal y, quizá, va a dejar grandes
secuelas emocionales. Está siendo una situación complicada.
A mí, bueno, no me ha ayudado a
escribir en absoluto. Yo estoy acostumbrado a encerrarme para escribir, pero de
manera voluntaria, no en una situación tan triste, y creo que es muy difícil
que no nos afecte ver cómo esto está arrastrando las vidas de muchas personas,
tanto a nivel sanitario como económico. Y confieso que, en ese sentido,
honestamente el confinamiento no solo no ha motivado mi escritura, sino que me
ha costado tener que concentrarme. Lo que sí he aprovechado es mucho las redes
sociales porque me parece que, como escritor, tenía la posibilidad de seguir
aportando.
Durante el confinamiento he
escrito muchos hilos. Escribí un hilo que se hizo muy viral, que es el hilo de
Adela. A partir de la vida de una persona mayor, precisamente. Y todo eso yo creo
que sí que ha conseguido, bueno, pues que sintiera que podía aportar algo o por
lo menos asomarme a las vidas de otras personas que estaban pasando ese
confinamiento en situaciones profesores.
Me gustaría hablar un poco sobre usted. ¿Cómo se convierte un joven profesor de
instituto en escritor juvenil de éxito? ¿Fue algo que surgiera de pronto o iban
las dos cosas de la mano?
Ahora que no da clases, ¿lo echa de menos?
Lo de joven profesor de instituto
me encanta, no tan joven, creo, pero bueno. Es verdad que yo compaginaba la literatura
no solo juvenil sino también adulta, porque yo escribo ambos géneros: juvenil y
adulto, y lo compaginaba con la enseñanza. La verdad es que traté de
compaginarlo el máximo tiempo posible.
Mis primeros libros y mis
primeras obras de teatro se estrenan y publican mientras yo sigo siendo
profesor, pero llega un momento en donde el volumen de peticiones literarias,
el volumen de estrenos, el volumen de solicitud de encuentros también con
jóvenes en centros escolares diversos de muchos lugares, pues se vuelve
incompatible con la docencia. Y me veo obligado a elegir porque me era imposible
seguir con el mismo nivel en ambos oficios, y el libro que lo cambió todo fue
sin duda ‘La edad de la ira’. ‘La edad de la ira’ fue finalista del Premio
Nadal y es una novela que ha marcado mucho mi manera de escribir. Es una novela
adulta, que hoy en día se considera también una novela juvenil, porque los y
las adolescentes que la leen les gusta mucho. Llevamos ya doce ediciones desde
que salió la de bolsillo, a las que hay que sumar las ediciones que salieron
con Espasa. Y digamos que ese libro fue el que me consolidó, me impulsó y
además tuvo la virtud de encauzarme en los dos caminos: la novela adulta y la
novela juvenil, y además con el mismo título. Y en ese momento estuve
compaginándolo todo durante unos años, pero al final tuve que tomar la decisión
de pasarme solo a la escritura. Sí, lo echo muchísimo de menos, echo muchísimo
de menos las aulas, pero por suerte, hago muchos encuentros con estudiantes.
Esta semana, por ejemplo, he
tenido dos encuentros con dos institutos distintos, y la semana que viene tengo
tres, y de aquí a final de curso tengo muchísimos programados. Es mi manera de
no perder el pulso con la adolescencia y con la educación, porque me gusta muchísimo
estar cerca, tanto de mis lectores más jóvenes como de las aulas. Me parece un gran
trabajo. A veces con unos recursos insuficientes. Y creo que los escritores
tenemos que tratar de aportar, y que tiene que haber muchos puentes entre educación
y cultura para que todo esto funcione.
Hablando del tema, ¿Qué es más duro: parir una novela o dar una clase a
chavales quinceañeros a los que solo les interesan las redes sociales?
Creo que cualquier oficio es
duro. Escribir una novela, es duro dar clase, pero de verdad que a veces nos
equivocamos. Yo creo que, a los quinceañeros, como dice la pregunta, no solo
les interesan las redes sociales. Les interesan muchas cosas. Lo que tenemos es
que provocar su curiosidad. Creo que a
veces partimos de subestimar a la adolescencia, o mirar a la adolescencia con
condescendencia y nos olvidamos de que a su edad éramos muy parecidos, que también
teníamos muchas curiosidades, muchas preguntas, muchos interrogantes. Solo tenemos
que buscar el modo de que lo que les contamos les interese.
Y en mi caso yo les enseñaba Lengua
y Literatura, tenía muchísimos recursos, muchas herramientas. La Lengua y la
Literatura están en nuestro día a día, solo tenía que pedirles que miraran
alrededor. Y, sobre todo, algo que me fascinaba era cuando podía adentrarlos en
los clásicos y mostrarles mi pasión por esos clásicos, pero desde una mirada
contemporánea.
Les hablaba, a lo mejor, de ‘La
vida es sueño’, pero no desde el teatro calderoniano de un lugar que ellos no
pudieran entender, sino desde la historia de un chico que siente que nunca va a
estar a la altura de lo que su padre pide de él, ¿no?, que son ese Segismundo y
ese Basilio. Y a partir de ahí, y de una mujer que va a tratar de va a tratar
de pelear por su honor en una sociedad que lo cuestiona y que está llena de
tópicos misóginos, como es Rosaura.
Bueno, pues a partir de ese
triángulo de personajes hacíamos una lectura que daba pie a muchísimo debate,
muchísima reflexión, y al final conseguía que se leyeran la obra, que era
también lo que yo quería. Para mí dar clase era un esfuerzo muy gratificante y,
de verdad que en los diez años que fui profesor jamás tuve un solo problema con
un alumno, al revés. Hoy en día tengo muy buena relación con muchos exalumnos y
exalumnas porque me marcaron muchísimo. Entonces, son dos trabajos distintos,
los dos son difíciles y los dos tienen sus complejidades como cualquier otro
oficio, en realidad.
Háblenos un poco de su método de trabajo. ¿Es usted un escritor de brújula, de
esos que deben tener la novela atada antes de empezarla, o se deja llevar por
las palabras, como hace Stephen King? ¿Comenta con su agente (Agencia Dos
Passos) las temáticas de las novelas antes de escribirlas por si no son
vendibles, o se deja llevar por lo que le pide el cuerpo?
Mi método de trabajo varía según la
novela. En un primer momento, en una primera etapa de mi vida era más de
improvisar, pero ahora cada vez tiendo más a la brújula. Sino a la brújula,
cuando menos si tiendo más a hacer una escaleta previa para no perderme en la
estructura. Yo soy un escritor de estructura, sobre todo.
Todas mis novelas pueden
aparentemente resultar sencillas en tanto que me gusta mucho abordar lo
contemporáneo, pero abordar lo contemporáneo requiere un nivel de forma y de
estilo muy preciso porque lo contemporáneo ya lo conocemos, entonces el lector
capta la mentira en caso de haberla. Y a mí lo que más me interesa como escritor
es, por un lado, atrapar al lector, pero por otro lado jugar con él a través de
la forma del libro.
Me gusta muchísimo pensar cómo va
a estar escrito, cómo va a estar contado. Todas mis novelas tienen juegos de
narradores, de tiempos, de espacios… Y esa forma es, además, significativa. Es
decir, que la forma ya dice algo del propio libro. Cómo está escrito ya me está
indicando qué estoy contando, y en este sentido, para que la estructura sea
compleja, es conveniente hacer una buena parte inicial de investigación, de indagación,
de reflexión, para que luego todo encaje. A mí me interesa mucho que luego todo
funcione, que todo sea coherente, que todo se ajuste a esa estructura y que no
haya incoherencias, incongruencias, o saltos que no estén justificados.
El trabajo previo para mí es
fundamental. Hay una fase previa de investigación que también tiene que ver con
una fase de análisis de los personajes. Trabajo mucho la psicología de los personajes
antes de lanzarme a escribir. Necesito conocerlos, que tengan mucha vida, que
tengan muchas aristas, que sean muy poliédricos, y a partir de ahí ya escribo.
Respecto a mi agente, pues tengo
la suerte de tener agente. Palmira, de la Agencia Dos Passos, además una
maravillosa amiga a la que adoro y quiero muchísimo, y sí comento con ella los
libros, pero no para pensar qué va a vender más. Los comento porque me interesa
mucho su visión, de si estoy enfocando bien el tema, si le parece que lo voy a
contar es interesante… Es una persona con una maravillosa intuición, con un
nivel cultural altísimo, una grandísima lectora… Y las conversaciones con ella
me aportan mucho porque comentamos los libros, las historias. Vemos cómo se pueden
mejorar. Para mí, trabajar con Palmira es un privilegio, y ha conseguido que
algo tan solitario como es la escritura, yo sienta que es algo acompañado. Yo
siento que ahora escribo con alguien que además entiende, escucha mis dudas,
mis miedos, mis inseguridades que es un grandísimo apoyo para que los libros
salgan adelante.
Parece que últimamente nos hemos vuelto todos digitales, ¿le requiere mucho
esfuerzo tener que promocionarse a sí mismo en las redes sociales, o es algo
que le guste?
Bueno, es que yo las redes las
vivo más como una oportunidad de ser accesible a las personas que me leen. Para
mí, lo esencial de las redes, es verdad que nos permiten hablar de nuestro
trabajo, promocionar lo que hacemos, pero lo que más me llena y por lo que sigo
en ellas, es el hecho de que puedo hablar con las personas que leen mis libros,
comentarlos. Recibo un feedback maravilloso, muy alentador. Y en ese sentido sigo
en ellas porque me parece que me aportan mucho cuando se manejan así. Es verdad
que cuesta a veces distanciarse de discursos tóxicos o agresivos, porque
también hay una gran polarización dentro y fuera de las redes, y a veces hay
que evitar ciertos contenidos, y más en mi caso que yo creo que soy una persona
que me visibilizo de una manera muy evidente en muchos temas. Tengo un claro activisto LGTB, una mirada claramente feminista,
y hay una serie de temas en los que trato de aportar desde mi mirada como
escritor y como educador. Y eso trae consigo que las redes a veces puedan ser
un poco hostiles, pero en general mi experiencia con ellas es muy positiva, y
confieso que me divierte porque me gusta poder utilizarlas para contactar con
la gente que me lee. Y luego otra cosa que he descubierto en estos últimos años
es que me gusta poder escribir hilos con forma de relato en ellas. Llevo ya
bastantes con el hagstag: #relatosenunhilo. Es bonito poder ofrecer textos
literarios escritos
en un nuevo formato, porque además los escribo sobre la marcha, como un hilo de
tweets, y ver la reacción de la gente que los lee. Y bueno, creo que las redes sirven
para ofrecer otro tipo de contenidos, ¿no? Ir más allá del enfado y de la
crispación que a veces las llena.
Bueno, hablemos del Gran Angular. ¿Cómo fue recibir un premio de este calibre?
¿Asusta?
Recibir el Premio Gran Angular
claro que asusta e impresiona. Sobre todo, impresiona, porque es un premio de
un prestigio enorme, de una gran envergadura, y que han recibido autoras y autores
de una gran e importante relevancia para la literatura juvenil. Para mí es un
sueño cumplido porque yo como adolescente era un gran lector del Premio Gran
Angular. Yo leía todos los años el premio que ganaba el Gran Angular, y
confieso que cuando me presenté con ‘La versión de Eric’, mi corazón de
adolescente latía muy fuerte, con mucha ilusión de que ojalá hubiera cierta
suerte.
Nunca pensé que pudiera ocurrir, la verdad,
porque, bueno, yo no soy una persona especialmente optimista en estas
cuestiones, pero cuando recibí esa llamada, creo que fue una de las llamadas
más bonitas de mi vida. Sin duda recuerdo ese momento, ese instante de
felicidad máximo, y sobre todo lo recuerdo porque no solo cumplí un sueño sino
que pensé que gracias al premio, esta novela, que para mí es fundamental en mi
vida por muchos motivos y que está escrita y trenzada a partir de muchos testimonios
de muchos y muchas lectores que me han escrito a través de las redes, ¿no?
Precisamente hablábamos de las redes antes… Bueno, yo quería que llegara a mucha
gente, y el premio está consiguiendo que llegue a mucha gente. Y esa visibilidad
que le ha dado el premio, me parece que es también la visibilidad que reclama el
personaje, el protagonista de esta novela. Y en ese sentido, pues me hizo
profundamente feliz. Y este año, con toda su dureza, para mí siempre será el
año que tuve la suerte de ganar el Premio Gran Angular, y ha sido algo que me
ha dado mucha seguridad en mí mismo.
Llevo muchas novelas publicadas. ‘La
versión de Eric’ creo que es la novela número trece, que a mí es un número que
me trae mucha suerte (risas), y bueno, pues después de trece libros en
narrativa y casi veinte libros teatrales, pues recibir un premio como este es
una manera de confirmar que no vamos por mal camino.
‘La versión de Eric’, un thriller apasionante. ¿De dónde nació la idea?
¿Le llevó mucho tiempo escribirla?
La idea nació de correos de
chicos y chicas que leen mis libros. Había leído dos de mis novelas anteriores,
algunos habían leído ‘Nadie nos oye’, otros habían leído ‘La edad de la ira’, y
de repente recibí varios correos que hablaban de temas muy distintos. Recibí
varios correos de personas trans adolescentes, que me decían que por qué no
tenía un protagonista trans; y recibí un correo de un chico con altas
capacidades, que me hablaba de cómo las altas capacidades hoy en día siguen
siendo una circunstancia que no recibe ni la atención ni la inclusión que
debería en nuestro sistema educativo. Y a partir de ahí, empecé a leer estas
historias de estos correos que, aparentemente, no tenían nada que ver, pero se
me mezclaron y apareció Eric. Y Eric nació como un personaje que habla de la
identidad.
Yo quería escribir una novela que
por un lado fuera un thriller, porque a mí me gusta mucho el género del thriller,
porque creo que es un género que atrapa, que engancha, sobre todo a los
lectores jóvenes, pero que realmente el tema fuera cómo nos construimos. Todas las
capas que tenemos en nuestra vida, cómo se van sumando: familiares, personales,
sentimentales, educativas, culturales… Y cómo todo, todo, confluye hasta ser la
persona que somos.
Me enamoré del personaje, me enamoré
de Eric, este chico trans con altas capacidades, que además es un gran actor,
que le apasiona Lorca, y que es un personaje con muchas caras, es un personaje
muy complejo. Me gustaba mucho la idea de hablar de alguien que a sus veinte
años se plantea cómo ha llegado hasta ahí. El corazón de la novela es: sí, hay
un thriller, hay un misterio, pero en esa noche el
protagonista nos va a contar no solo lo que ha pasado esa noche sino lo que ha
pasado esos veinte años anteriores. Y la novela se pregunta mucho por eso:
hasta qué punto todo se confluye en nuestras vidas hasta ir guiándonos por un
camino: qué elegimos, qué no elegimos.
Otro tema que quería contar es: ¿qué
hacemos con el dolor? ¿qué hacemos con el odio que nos han puesto en esta vida
los demás?
En este libro hay tres protagonistas
que son: Rex, Eric y Tania. Se habla mucho del perdón, del rencor, de atarse o
no al dolor, y de cómo podemos superar eso, ¿no? Bueno, me interesaba mucho
indagar ahí. ¿Qué hacemos con las heridas? ¿Si podemos o no superarlas?
Si fue una novela que me llevó
mucho tiempo escribir, porque fue muy importante atar las dos tramas: la trama
de la noche del crimen y la de los veinte años de vida de Eric. Porque era muy
importante hablar con mucha gente antes de escribir a Eric, documentarme muy
bien. Entrevisté a muchas personas. Y también era difícil porque necesitaba la
voz del personaje. Es una novela en primera persona. Yo cuido mucho la voz.
También tiene que ver con mi formación como dramaturgo, y en este caso hice
muchas improvisaciones casi teatrales hasta encontrar la voz de Eric. Cuando
encontré la voz pude empezar a escribir el libro. Y sí, fue una escritura
laboriosa, está muy pensada, muy medida, cada páginas está pensada toda la
forma. Es una novela en la que hay mucho aliento poético. Se cuenta algo muy
cercano, muy próximo, muy íntimo, pero en realidad, hay mucha poesía subyacente
en todo el libro.
Ha tenido buenas críticas. ¿Hay alguna que le haya hecho especial ilusión?
De las críticas, las que más
ilusión me han hecho, sin duda las que me llegan de gente que la lee. La que
más ilusión me ha hecho recientemente, son todas, ¿no?, no quiero decir que
unas más que otras, pero hay una que me emocionó mucho de un chico trans que
decía hace poco en redes que se había enamorado de este libro y que le había
hecho muy feliz. Creo que me emocionó profundamente leer algo así, porque yo
creo que necesitamos referentes a todos los niveles, y yo creo que Eric pueda
ser un referente para mucha gente, sea trans o no sea trans, que necesita ver a
personas que buscan su lugar, porque al final creo que todos somos personas que
buscamos nuestro lugar, y eso no es fácil. Y la adolescencia es una búsqueda
constante. Y en la adolescencia están todos mis libros.
En mi última novela adulta, ‘Hasta
nunca Peter Pan’, hablo de ella desde otro sitio. Hablo desde un adulto, que es
el personaje de David, el protagonista, que tiene cuarenta años, pero sigue
sintiéndose un adolescente. Eso va a hacer que su relación el mundo sea
compleja porque él no sabe cómo ser adulto. Ha llegado a los cuarenta y sigue
sin saber cómo ser adulto. Y creo que en el fondo esa es la historia de
nuestras vidas. Nadie sabe ser adulto. Y
que fingimos que sabemos porque tenemos que aportar una cierta seguridad, pero
en realidad, estamos siempre improvisando. De alguna manera, para mí Eric
representa esa búsqueda, ese esfuerzo pero también ese éxito: Eric triunfa
buscándose. Yo necesitaba un personaje que hablara de la felicidad de
encontrarse, la felicidad de mostrarse, la felicidad de la visibilidad, del
ser, del no esconderse… Y, bueno, cuando leí el
mensaje de este chico diciendo que se había enamorado de este libro, sonreí
muchísimo porque pensé que, justo eso, era lo quería que pasara con quien lea a
Eric, que ojalá se emocione, se enganchen al thriller, tenga mucha intriga por
saber qué pasa, pero que también sonrían
cuando vean a ese personaje fuerte y decidido que es Eric, que para mí
representa a muchos y muchas jóvenes que he conocido a lo largo de mi vida.
Por último, y para no extendernos, ¿qué consejo les daría a los chavales que
quisieran dedicarse a esto?
El consejo que les daría es,
sobre todo, tenacidad y trabajo. Estamos en un momento donde nos venden el
éxito inmediato, donde creemos que todo debe ocurrir ya, ahora, y creo que la
literatura es una carrera de fondo. Hay que escribir mucho, hay que leer mucho,
y hay que asumir que habrá noes. Y los noes no quiere decir que a lo mejor no
lo hagamos bien, quiere decir que a lo mejor no era el momento, no era el
lugar, no era el contexto adecuado, pero creo que hay que seguir trabajando.
En mi caso, yo publiqué mi
primera novela muy joven, tenía veinte o veintiún años, y tardé mucho en
publicar la segunda. Si me hubiera rendido no lo habría hecho. Es más, mi
segunda novela, ‘La inmortalidad del cangrejo’, se publicó después de la
tercera. Yo publiqué primero ‘La edad de la ira’, y gracias al éxito de ‘La
edad de la ira’, pude publicar ‘La inmortalidad del cangrejo’. La publiqué con
ya treinta años, y la escribí con veintitrés. En este sentido, lo que sí
pediría a quienes quieran escribir y sean muy jóvenes, es que, por favor, no se
rindan, que sean tenaces, que trabajen mucho, y que piensen que la literatura
es una carrera de éxito y puedes tener mucho éxito en el primer intento o no, y
no pasa nada. Hay que seguir escribiendo, seguir contando, y además que no
dejen nunca de escribir porque la literatura es una manera de expresar lo que
sentimos y de conocernos mejor.
¡Muchas gracias!
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