¿De qué va el libro?
En Amberwell, una casa familiar en Escocia en la que los Ayrton han
vivido durante generaciones, es tradición que cada generación añada un
toque recreativo a la propiedad. En el período de entreguerras, la
actual señora Ayrton construye en el jardín una fuente con una estatua
de una sirena que ha diseñado ella misma y para cuya inauguración da una
gran fiesta. Este es el comienzo de una trama que se prolongará años,
hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, y en la que un nutrido elenco
de cinco hermanastros y hermanas se enfrentará a todo tipo de
complicaciones, grandes y pequeñas, desde matrimonios inesperados y no
autorizados hasta terribles calamidades bélicas. Algunos miembros de la
familia se caracterizan por la docilidad, pero otros por el entusiasmo o
la rebelión. Amberwell (1956) es una novela coral, pero sobre
todo es una novela sobre una casa y su historia, que D. E. Stevenson
recrea con el sentimentalismo justo, un excelente manejo de un gran
número de personajes, y el toque de humor imprescindible.
¿Qué me ha parecido?
I. Introducción: Una casa, una familia, una época
En el universo literario británico del siglo XX, marcado por los estremecimientos de dos guerras mundiales, la pérdida del imperio y el cambio radical de las estructuras sociales, algunas voces apostaron por el recogimiento, la mirada interior y la observación paciente de la vida cotidiana. Una de esas voces fue la de Dorothy Emily Stevenson, escritora escocesa prolífica y sorprendentemente popular en su tiempo, aunque poco conocida fuera del ámbito anglosajón.
Amberwell, publicada originalmente en 1955, representa en muchos sentidos el corazón de su obra: una exploración sensible de los afectos familiares, las pequeñas crisis de la vida doméstica, y el impacto discreto pero constante del paso del tiempo. Alba Editorial, dentro de su cuidada colección Rara Avis, nos ofrece ahora la oportunidad de reencontrarnos con esta autora a través de una traducción clara y elegante a cargo de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera. Es un gesto de rescate editorial tan pertinente como necesario, en una época que parece, de nuevo, ansiar el consuelo de los relatos íntimos y profundamente humanos.
II. El estilo literario: artesanía invisible
El estilo de Stevenson no es, en apariencia, ambicioso ni experimental. Sus herramientas son la claridad, la sobriedad, la observación minuciosa y un sentido del ritmo narrativo notablemente afinado. Pero detrás de esta superficie de sencillez —a menudo confundida con falta de profundidad— se esconde una narradora sutil, dotada de una sensibilidad precisa para el matiz emocional y el detalle revelador.
Lo que más sorprende en Amberwell es su capacidad para construir, a partir de materiales modestos (una familia, una casa, unas pocas décadas), una estructura sólida y envolvente. Su prosa está tejida con frases límpidas, diálogos creíbles y descripciones que, sin pretender la floritura, capturan atmósferas con notable eficacia. La técnica de Stevenson recuerda más a la costura que a la arquitectura: sus novelas se sienten cosidas con hilos invisibles, pero perfectamente tensos.
No hay en ella juegos formales, rupturas cronológicas ni narradores poco fiables. Pero eso no significa ausencia de complejidad. La tensión en Amberwell se construye lentamente, con cadencia casi musical, a través de los conflictos internos de los personajes y la evolución de sus vínculos. Como en los cuartetos de cuerda de Haydn, el drama se encuentra en los equilibrios sutiles y los desplazamientos apenas perceptibles.
III. Lenguaje: la sencillez como elección estética
El lenguaje en Amberwell es deliberadamente contenido, incluso cuando se asoma al dolor o la melancolía. Stevenson elige siempre la sugerencia antes que la declaración, la alusión antes que la insistencia emocional. Esta discreción es parte de su mirada: los grandes sufrimientos no se exhiben, se intuyen.
Hay en su escritura ecos de la mejor tradición británica de la contención expresiva. La autora sabe que el drama no necesita alaridos si puede sostenerse en una frase aparentemente anodina que revela, como quien no quiere la cosa, una grieta profunda en el alma del personaje.
Por otro lado, hay un uso del lenguaje doméstico, casi artesanal, que devuelve a los objetos cotidianos —la tetera, el cobertor, la alfombra del salón— una dignidad narrativa. En ese sentido, se puede emparentar a Stevenson con escritoras como Barbara Pym, Elizabeth Taylor (la novelista, no la actriz), o incluso Elizabeth Bowen, aunque con menos ambición estilística. Stevenson no busca la experimentación lingüística, sino la fidelidad a una voz clara, honesta y sensible.
IV. La obra y su estructura: entre la saga y el retrato coral
Amberwell podría ser considerada una novela-río, aunque de escala reducida. La acción se despliega a lo largo de varias décadas (desde los años previos a la Segunda Guerra Mundial hasta su final) y gira en torno a la familia Ayrton, instalada en una mansión escocesa que da título a la obra.
La novela se articula como un relato coral, pero mantiene un foco emocional más intenso en algunos personajes: Anne, la hija menor, termina emergiendo como figura central en tanto que símbolo de resistencia y transformación. Sin embargo, el verdadero protagonista de la obra no es un individuo, sino la propia casa Amberwell, que actúa como ancla y testigo del paso del tiempo, de las ausencias y los regresos, de las traiciones íntimas y las lealtades silenciosas.
Hay ecos aquí de Howards End de E.M. Forster, aunque el tono sea menos ideológico y más emocional; también de Cranford de Gaskell, en su atención a la comunidad y a los ritmos pequeños de la vida rural. Sin embargo, Stevenson evita el costumbrismo complaciente: no hay aquí nostalgia vacía, sino una mirada que, sin renunciar a la ternura, reconoce las tensiones y las grietas del orden tradicional.
La estructura está marcada por un ritmo tranquilo, sin grandes sobresaltos, lo que puede impacientar a ciertos lectores acostumbrados a narrativas más agitadas. Pero quien acepte la cadencia que propone Stevenson será recompensado con una experiencia inmersiva, emocionalmente auténtica y literariamente rica.
V. Comparación con otras obras y autoras afines
El lugar de D.E. Stevenson en el canon literario británico ha sido —injustamente— marginal. Parte de ello se debe al hecho de que su obra fue etiquetada como "literatura femenina" en un sentido despectivo: amable, sentimental, menor. Pero esa etiqueta no resiste una lectura atenta de Amberwell o de otras de sus novelas como Miss Buncle's Book o Bel Lamington.
En su tratamiento de los afectos, la vida doméstica y la interioridad femenina, Stevenson se adelanta o se sitúa en paralelo a figuras hoy más reconocidas como Angela Thirkell, Winifred Holtby, Rosamond Lehmann, o incluso las primeras novelas de Doris Lessing. Lo que Stevenson no tiene es la carga política o social explícita que sí está presente en algunas de esas autoras; pero su atención a los vínculos interpersonales y a las dinámicas familiares tiene una profundidad psicológica innegable.
Podría decirse, incluso, que Stevenson está más cerca de la tradición de Jane Austen, pero sin su filo irónico. Amberwell es una obra serena, menos preocupada por criticar que por comprender. En eso radica buena parte de su fuerza: Stevenson no condena, observa. Y esa observación, paciente y generosa, revela más sobre la condición humana que muchos discursos más enfáticos.
VI. Recepción y fortuna crítica
En su momento, Amberwell fue un éxito moderado entre los lectores británicos y estadounidenses, consolidando a Stevenson como una autora querida, especialmente entre las lectoras de clase media. Sin embargo, su obra fue rápidamente arrinconada por la crítica académica, que durante décadas privilegió una literatura más experimental o socialmente combativa.
En los últimos años, sin embargo, se ha producido un rescate progresivo de figuras como Stevenson, impulsado en parte por editoriales como Persephone Books en Reino Unido o Alba Editorial en España, que han apostado por reeditar a estas autoras con ediciones cuidadas y nuevas traducciones. Este renacer editorial ha permitido leer a Stevenson desde una perspectiva renovada, en la que su mirada sobre la familia, el tiempo y el espacio doméstico cobra una nueva relevancia.
Críticos como Elaine Showalter o Jenny Hartley han abogado por una reevaluación del canon femenino del siglo XX, y Stevenson entra en ese debate con todas las credenciales. Su obra, lejos de ser una simple “lectura de evasión”, es un testimonio discreto pero lúcido de los cambios sociales y emocionales del mundo británico de mediados de siglo.
VII. La edición: Alba y la estética del rescate
La edición de Amberwell por Alba Editorial es, como suele suceder con esta casa, impecable. El formato rústico de 12,5x20 cm encaja perfectamente con la sobriedad de la propuesta, y la colección Rara Avis —dedicada a recuperar obras olvidadas o injustamente relegadas— encuentra aquí un título perfecto para su catálogo.
La traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera es, además, un logro en sí misma. La traductora consigue mantener el tono equilibrado, sereno y emocionalmente medido del original inglés, sin ceder a tentaciones de embellecimiento o sobreinterpretación. Su trabajo es fiel, pero también sensible al contexto cultural del lector hispanohablante.
La decisión editorial de recuperar Amberwell en este momento no es inocente: en un mundo marcado por la prisa, la fragmentación y el ruido, una novela que pide tiempo, atención y apertura emocional representa, quizás, un pequeño acto de resistencia.
VIII. Conclusión: Una obra para quienes saben escuchar lo sutil
Amberwell no es una novela para leer con prisas. No ofrece giros espectaculares ni discursos enfáticos. Su fuerza está en la continuidad, en el modo en que los personajes crecen y cambian frente a nuestros ojos, en el ritmo de las estaciones, en la persistencia del hogar como símbolo de pertenencia y refugio.
En una época que celebra lo inmediato y lo llamativo, leer a D.E. Stevenson es un acto de reaprendizaje: reaprender a mirar lo cotidiano, a escuchar las voces bajas, a entender que la literatura también puede ser consuelo sin por ello dejar de ser arte.
Al cerrar Amberwell, uno no recuerda tanto los hechos como la atmósfera, los silencios, las emociones apenas enunciadas. Y eso es, quizás, lo que convierte a esta novela en una pequeña joya: su capacidad para seguir resonando, suavemente, en la conciencia del lector mucho después de la última página.
Con la colaboración de Alba Editorial.
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