¿De qué va la historia?
Monza, Italia, 1936. Francesca, de trece años, yace a orillas del río Lambro bajo el peso de un hombre muerto que ha intentado violarla. Su amiga Maddalena se arrastra desde el agua y la ayuda a zafarse del cuerpo, que esconden entre unos arbustos. La relación entre las dos adolescentes comenzó un año antes, cuando Francesca quedó fascinada por la rebeldía de la que todos llaman «la Malnacida», de origen humilde y siniestros poderes. Contraviniendo la voluntad de una madre obsesionada por las convenciones e ignorando las malas lenguas que achacan varias muertes a la Malnacida, Francesca se unirá a su pandilla para descubrir una nueva forma de vida rebosante de libertad. Sin embargo, la guerra y el fascismo pondrán a prueba su vínculo, y las dos amigas deberán decidir si aliarse contra la opresión social y la injusticia o dejar que el curso de la historia las separe para siempre.
La Malnacida es el fulgurante debut de Beatrice Salvioni, premia_do por la Scuola Holden que dirige Alessandro Baricco y que, antes de su publicación, ha conquistado a treinta y dos editores en el mundo.
¿Qué me ha parecido?
Esta es una historia sobre los momentos previos a la Segunda Guerra Mundial en un pequeño pueblo italiano donde todo el mundo se conoce, pero también es una novela sobre lo difícil que es crecer cuando no estás seguro/a de quién eres y no quieres defraudar a nadie. Sobre todo es una historia sobre los prejuicios.
Esta es la primera novela publicada de Beatrice Salvioni, una joven novelista italiana que ya ha ganado algún prestigioso premio de relato. Esta es su ópera prima, su presentación en sociedad ante la corte. Y va muy bien vestida. Sus ademanes son perfectos, su lenguaje, pulido y claro, propio de quien ha adquirido el don de la palabra hasta el punto de llegar a domeñarlo, pues su forma de narrar es grácil, a veces dura, otras sentimental. Tiene la facultad de colocar la palabra justa en el momento oportuno. Sus diálogos son vivaces, ajustados al ritmo de la narración y reflejan muy bien el espíritu interior de cada personaje. Su capacidad de crear entornos vivos sorprende, pues con cuatro pinceladas te pinta un cuadro que sabe a sepia.
Esta es una novela que no te dejará indiferente.
¿Cuántas veces hemos presenciado esa forma de catalogar a las personas por lo que otras piensan de ellas? ¿Cuántas veces lo hemos hecho? ¿Cuánto miedo hemos pasado en convertirnos en la siguiente persona juzgada sin piedad y de forma totalmente arbitraria?
Qué bien refleja todo esto Salvioni. Su pluma demuestra un profundo conocimiento de la sociedad italiana de mediados del siglo XX, así como de sus formas de hacer y comportarse, de su manera de enfrentarse unas personas a otras. Conoce cada corrillo ante la puerta de la iglesia, los cuchicheos delante del mostrador del único bar del pueblo, los dimes y diretes, las confidencias que se sueltan sin tener en cuenta que eso que dicen a quien quiera escuchar son secretos dichos a la oreja en un momento de debilidad. ¡Qué bien conoce Salvioni a la gente! Cuánto tiempo invertido en fijarse en unos y otras ha debido haber invertido para alcanzarlo. Esta forma de dominar la puesta en escena requiere un tremendo conocimiento del lugar, el tiempo y las formas de ser. Así, Salvioni se convierte en una especie de Delibes italiana que perfila con tino ese costumbrismo italiano, salpimentándolo con personajes que no se escapan de la mente cuando la novela concluye. Se transforma, por momentos en una joven Ana María Matute cuya voz resuena como un trueno en un panorama literario que sólo parece capaz de traernos ecos de tormentas pasadas.
¡Qué voz más poderosa! ¡Qué primera novela!
Qué rápida es, qué corta parece y qué pena nos embarga cuando llegamos al final, pues nos sentimos huérfanos de una trama que no quisiéramos que terminara nunca.
La portada, por cierto, me ha encantado. No hubiera podido elegir una foto mejor.
Muy recomendable.
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