jueves, 10 de octubre de 2024

Babel -reseña

 ¿De qué va el libro?

1828. El Instituto Real de Traducción de Oxford, también conocido como Babel, es la institución mágica más importante del mundo. La magia con plata capaz de revelar significados ocultos perdidos en la traducción que allí se practica le ha otorgado al Imperio británico un poder sin parangón.

Robin, un huérfano cantonés que ha terminado siendo alumno en Babel, se ha dado cuenta de que servir a Babel significa traicionar a su país de origen. Y, a medida que sus estudios progresan, se ve atrapado entre Babel y la misteriosa Sociedad de Hermes, una organización dedicada a impedir la expansión imperial. Cuando Gran Bretaña trate de iniciar una injusta guerra con China motivada por el opio y la plata, Robin deberá decidir si la única forma de lograr un cambio real es la violencia.

 ¿Qué me ha parecido?


    Una Fábula de Palabras y Poder

    En el vasto y tumultuoso océano de la literatura contemporánea, de vez en cuando surge una obra que desafía los sentidos, trastoca expectativas y se presenta, no como un mero entretenimiento, sino como un desafío. Tal es el caso de Babel, la más reciente y audaz propuesta de R.F. Kuang. Pero, que se entienda bien desde un principio, este libro no es para todos los públicos. Quien busque en sus páginas un relato simple y una lectura ligera pronto descubrirá que se ha aventurado en aguas profundas, donde las corrientes son poderosas y no siempre indulgentes.

    La trama nos sitúa en la ilustre ciudad de Oxford, en la que la autora erige una torre no solo de conocimiento, sino de intriga y tensión, un lugar donde el lenguaje se alza como la moneda más valiosa. El joven Robin Swift, un estudiante traído desde el otro lado del mundo, se ve envuelto en los misterios de la traducción, pero pronto descubre que las palabras no solo construyen puentes entre culturas, sino que son también herramientas para la opresión y el control. Aquí, la filología y el imperialismo bailan una danza macabra, y el lector, si se atreve, está invitado a presenciar cada paso de ese inquietante vals.

    Es en esta premisa que Kuang despliega su verdadera fuerza, la cual reside no solo en su rica imaginación, sino en su habilidad para entrelazar el lenguaje con el poder. Los personajes que pueblan Babel se encuentran atrapados en una máquina gigantesca, una estructura donde la erudición y la ambición chocan violentamente contra las realidades del colonialismo. Las dinámicas de explotación están siempre presentes, subrayando el precio que el conocimiento y la traducción pueden tener en manos de aquellos que los manejan.

    Sin embargo, lo que verdaderamente distingue esta obra, y quizás lo que hará que muchos lectores levanten una ceja, es el peculiar estilo narrativo de Kuang. Su manera de contar, debo advertir, es de aquellas que provocan opiniones encontradas. No hay medias tintas: o bien el lector cae rendido ante la complejidad y el detalle con el que se exploran los temas, o bien se siente abrumado por el ritmo denso y, a veces, agotador de la narración. A menudo, la trama se detiene para dar paso a largas disquisiciones sobre el significado de las palabras, las diferencias entre lenguas, o la moralidad de la colonización. Aquellos que disfruten de tales reflexiones se deleitarán en la riqueza de ideas; pero aquellos que busquen acción continua y emociones rápidas podrían encontrarse deseando abandonar la torre antes de haber escalado la mitad.

    A lo largo de sus páginas, uno puede vislumbrar la ambición de la autora por hacer de su obra algo más que una simple historia. La carga histórica y política que impregna cada diálogo, cada acción de sus personajes, es ineludible. Es, podríamos decir, una lectura que requiere paciencia y un deseo sincero de entender las profundidades filosóficas que se despliegan. Es una de esas obras que, como ciertos libros de épocas pasadas, exige más del lector de lo que promete darle en un principio.

    En definitiva, Babel es un coloso literario que se alza sobre la producción común de nuestros días. No se trata de una lectura para las horas de ocio perezoso, sino más bien de una experiencia que reta a los sentidos y que, para aquellos que estén dispuestos a adentrarse en su laberinto, ofrecerá recompensas intelectuales y emocionales. Ahora bien, ¡cuán pocos son aquellos lectores que hoy, en esta era de la inmediatez, están dispuestos a hacer tal esfuerzo!

    El tiempo dirá si esta obra encuentra su público entre los eruditos y amantes del desafío, o si, como tantas otras, se perderá en el olvido. Pero lo que no se puede negar es que la señora Kuang ha construido una Babel propia, una torre que, como la mítica de antaño, solo los más osados se atreverán a escalar hasta su cúspide.

 

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