¿De qué va el libro?
En noviembre de 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, Stefan Zweig anotó en sus Diarios:
«He tenido que escribir a Romain Rolland, necesitaba desahogarme con un
amigo. Aquí nadie me entiende: carecen de la voluntad firme de ser
justos». Y precisamente ese elevado sentido de la justicia, así como su
fervorosa defensa del pacifismo y de los ideales humanistas, unió al
futuro Nobel francés con su más fiel discípulo austríaco. Ambos se
pronunciaron públicamente contra la contienda, denunciando en sus cartas
las noticias falsas, el odio entre naciones y el egoísmo de los que
guardan silencio. Esta correspondencia, escrita por dos espíritus afines
desde dos países enfrentados, es un testimonio excepcional de la
catástrofe de la Gran Guerra y del ferviente deseo de dos de los
escritores más lúcidos de la primera mitad del siglo XX de construir una
Europa unida basada en la fraternidad entre los pueblos.
¿Qué me ha parecido?
En el extenso y devastador periodo que abarcó la Primera Guerra Mundial, Europa vivió una fractura cultural, política y moral que marcó a generaciones enteras. Sin embargo, incluso en medio del caos, algunas almas encontraron formas de tender puentes entre ideologías enfrentadas, recordándonos el poder del diálogo y la amistad intelectual. Este es el caso de Stefan Zweig y Romain Rolland, dos figuras titánicas de la literatura y el pensamiento del siglo XX, cuya correspondencia entre 1910 y 1918, recopilada en "De un mundo a otro mundo", publicada por Ediciones Acantilado, ilumina un tiempo de tinieblas con una claridad sorprendente y profundamente conmovedora.
La edición de Acantilado es impecable. Desde su encuadernación sobria y elegante hasta las minuciosas notas al pie y un prólogo esclarecedor, la editorial demuestra una vez más su compromiso con la calidad y el rigor. La traducción captura con fidelidad la voz de estos dos gigantes, equilibrando el tono grandilocuente de Rolland y la sensibilidad introspectiva de Zweig. Además, las cartas incluidas van acompañadas de un contexto histórico que permite al lector comprender mejor los matices de sus intercambios. La edición no es simplemente un libro; es un testimonio vivo de un tiempo perdido y, a la vez, una lección urgente para el presente.
La correspondencia entre Zweig y Rolland es un retrato íntimo de dos hombres que, aunque separados por fronteras y culturas, compartieron un profundo anhelo por la paz y la comprensión entre los pueblos. En sus cartas, encontramos reflexiones sobre el arte, la literatura, la política y la responsabilidad del intelectual en tiempos de crisis. Rolland, desde su posición de pacifista convencido, se erige como una figura moral, mientras que Zweig, más pragmático, pero no menos idealista, lucha por reconciliar su amor por la cultura alemana con la barbarie desatada por su patria.
Uno de los puntos más impactantes de esta correspondencia es la capacidad de ambos autores para mantener una discusión franca y honesta, incluso en los momentos más tensos. Por ejemplo, cuando Rolland critica duramente a la intelectualidad alemana por su apoyo a la guerra, Zweig responde con una mezcla de dolor y justificación, pero nunca deja de escuchar. Esta disposición al diálogo, incluso cuando sus perspectivas parecían irreconciliables, es un recordatorio poderoso de que el entendimiento mutuo es posible incluso en los momentos más oscuros.
En comparación con otras obras epistolares similares, como la correspondencia entre Virginia Woolf y Lytton Strachey o las cartas entre Paul Celan e Ingeborg Bachmann, "De un mundo a otro mundo" destaca por su carácter marcadamente público. Mientras que las cartas de Woolf y Strachey exploran principalmente cuestiones personales y literarias, y las de Celan y Bachmann son profundamente íntimas y emocionales, las de Zweig y Rolland tienen una dimensión política y filosófica que las coloca en un contexto mucho más amplio. Esto no significa que carezcan de humanidad; al contrario, sus intercambios están impregnados de una pasión y un respeto mutuo que los hacen profundamente conmovedores.
Un ejemplo particularmente revelador de la relación entre ambos autores se encuentra en las cartas escritas durante los primeros meses de la guerra. Rolland, desde su exilio en Suiza, escribe con un tono casi profético, condenando la violencia y apelando a una hermandad universal. Zweig, aunque inicialmente más reservado, pronto se une a este clamor, utilizando su influencia para promover las ideas pacifistas de Rolland entre sus contemporáneos. Estas cartas son un testimonio de cómo las ideas pueden trascender las fronteras y las trincheras, y de cómo la palabra escrita puede ser un acto de resistencia en sí misma.
En cuanto a su legado, "De un mundo a otro mundo" no solo enriquece nuestra comprensión de Zweig y Rolland como individuos, sino que también ofrece una visión profunda de una época marcada por la contradicción y la tragedia. Sus cartas revelan las tensiones entre el idealismo y el pragmatismo, entre la lealtad nacional y la conciencia universal, y entre la desesperación y la esperanza. En este sentido, la obra puede compararse con "La conciencia de Zeno" de Italo Svevo o "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, que también exploran la complejidad del alma humana en tiempos de cambio.
Pero lo que realmente distingue esta correspondencia es su relevancia contemporánea. En un mundo que a menudo parece tan dividido como el de principios del siglo XX, las palabras de Zweig y Rolland resuenan con una urgencia que no puede ser ignorada. Su insistencia en el diálogo, la comprensión y la búsqueda de soluciones pacíficas ofrece una hoja de ruta para quienes buscan construir puentes en lugar de levantar muros.
En definitiva, "De un mundo a otro mundo" es mucho más que una colección de cartas. Es un testimonio de la resiliencia del espíritu humano y una llamada a la acción para quienes se niegan a aceptar la inevitabilidad del conflicto. Leer estas cartas es adentrarse en un viaje emocional e intelectual que, aunque enraizado en el pasado, nos desafía a mirar hacia el futuro con renovada esperanza y determinación.
Ediciones Acantilado, con su meticulosa atención al detalle y su compromiso con la excelencia, ha logrado ofrecer al lector una experiencia de lectura que es tan enriquecedora como esencial. En un momento en que el mundo parece tambalearse una vez más al borde de la división, esta correspondencia se erige como un faro de luz y humanidad, recordándonos que, al final, siempre es posible encontrar un terreno común, incluso entre los escombros de un mundo en llamas.
Con la colaboración de Ediciones Acantilado.