viernes, 11 de julio de 2025

Jane Eyre -reseña

 ¿De qué va el libro?

De Jane Eyre (1847), ciertamente una de las novelas más famosas de estos dos últimos siglos, solemos conservar la imagen ultrarromántica de una azarosa historia de amor entre una institutriz pobre y su rico e imponente patrón, todo en el marco truculento y misterioso de una fantasmagoría gótica. Y olvidamos que, antes y después de la relación central con el abismal, sardónico y volcánico señor Rochester, Jane Eyre tiene otras relaciones, otras historias: episodios escalofriantes de una infancia tan maltratada como rebelde, pasos de enfermedad y arduo aprendizaje en un tétrico internado, estaciones de penuria y renuncia en la más absoluta desolación física y moral, inesperados golpes de fortuna, e incluso remansos de paz familiar y nuevas –aunque engañosas– proposiciones de matrimonio. Olvidamos, en fin, que la novela es todo un libro de la vida, una confesión certera y severísima –rotundamente crítica– de un completo itinerario espiritual, y una exhaustiva ilustración de la lucha entre conciencia y sentimiento, entre principios y deseos, entre legitimidad y carácter, de una heroína que es la «llama cautiva» entre los extremos que forman su naturaleza.

Carmen Martín Gaite ha rescatado el vigor, la riqueza y la naturalidad expresiva de un texto un tanto desvirtuado por la popularidad de sus múltiples versiones. Gracias a su traducción, quien creyera conocer esta novela, al leerla de nuevo, más que recordarla, la descubrirá.

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"Jane Eyre" de Charlotte Brontë: La educación sentimental de una heroína moral

 

1. Introducción: el poder de la resiliencia literaria

Publicada por primera vez en 1847 bajo el seudónimo masculino de Currer Bell, Jane Eyre es hoy considerada una de las novelas fundamentales del canon anglosajón. En esta edición de Alba Editorial, que forma parte de su exquisita colección Alba minus, la obra de Charlotte Brontë se nos presenta con una cuidada traducción y un aparato crítico que rinde homenaje tanto al estilo como a la profundidad de la obra. Jane Eyre no es solo la historia de una institutriz que se enamora de su empleador, sino el relato de una vida marcada por la dignidad, la integridad moral y la lucha contra las convenciones sociales y patriarcales de su tiempo.

2. Charlotte Brontë: una vida de silencios y pasiones

Charlotte Brontë (1816–1855), la tercera de seis hermanos nació en Yorkshire, Inglaterra. Su biografía está íntimamente entrelazada con la literatura: creció escribiendo historias junto a sus hermanas Emily y Anne, también novelistas. La temprana muerte de sus hermanas mayores, la precariedad económica y el aislamiento en la rectoría de Haworth marcaron su carácter y sensibilidad literaria. El seudónimo masculino con el que publicó Jane Eyre responde tanto a las restricciones de género como al deseo de que la obra fuese leída sin los prejuicios asociados a una autora mujer.

Su estilo y voz destacan por una intensidad emocional contenida, una pasión que se expresa más en lo subterráneo que en lo visible. Si bien su obra más celebrada es Jane Eyre, Charlotte escribió otras novelas como Shirley y Villette, también dignas de atención. Sin embargo, es Jane Eyre la que resume con mayor eficacia sus obsesiones: la lucha entre la razón y la pasión, la identidad femenina, la justicia, el amor y la libertad.

3. La recepción de Jane Eyre en su tiempo y su legado

La recepción inicial de la novela fue extraordinariamente positiva, aunque no exenta de polémicas. Críticos como George Henry Lewes alabaron la viveza del personaje y la fuerza de la narración, mientras otros condenaron la supuesta "coarseness" o vulgaridad de una heroína que se atrevía a tener pensamientos propios, incluso sobre el amor, la sexualidad o la religión.

En el siglo XX, Jane Eyre fue objeto de renovadas lecturas, especialmente desde la crítica feminista. Autoras como Sandra Gilbert y Susan Gubar, en The Madwoman in the Attic, reinterpretaron la novela como una lucha entre el yo racional de Jane y la locura reprimida que representa Bertha Mason, la primera esposa de Rochester. Hoy en día, Jane Eyre es leída tanto como novela de formación como como alegoría feminista, espiritual y emocional.

4. Estilo literario: el romanticismo lúcido

La prosa de Charlotte Brontë es rica, apasionada, densamente psicológica y formalmente elegante. La novela, narrada en primera persona por la propia Jane, está escrita con una voz inconfundible: honesta, inquisitiva, intensa, a menudo lírica y profundamente introspectiva. El lector es conducido por los meandros del alma de la protagonista, no tanto por descripciones externas como por el fluir de su conciencia moral y emocional.

Uno de los logros de Brontë es conjugar una visión romántica con un férreo sentido ético. La pasión está contenida por una severa lógica interior; Jane no se deja arrastrar por el amor a Rochester cuando este implica la traición a sus propios valores. Esta tensión entre deseo y rectitud le otorga al libro una intensidad moral que lo distingue de otras novelas románticas de su tiempo.

5. Lenguaje: claridad, simbolismo y resonancia bíblica

El lenguaje de Jane Eyre combina la precisión con la expresividad. El uso de símbolos —el fuego, el encierro, la naturaleza— actúa como red semántica que refuerza el desarrollo psicológico y temático. El estilo está salpicado de referencias bíblicas y mitológicas, así como de una sensibilidad poética que se expresa especialmente en las descripciones de la naturaleza: los páramos, las tormentas, los cielos son ecos visuales del estado anímico de la protagonista.

Además, la novela está impregnada de una cadencia rítmica que recuerda al salmo, a la oración: hay en Jane una búsqueda espiritual que trasciende lo religioso y se convierte en filosofía de vida. Esto se observa en pasajes como: “I am no bird; and no net ensnares me: I am a free human being with an independent will.”

6. Comparación con otras obras del siglo XIX

Aunque a menudo clasificada junto a novelas de Jane Austen, la obra de Brontë difiere notablemente de la de su predecesora. Mientras que Austen ofrece una crítica irónica y social a través de tramas matrimoniales, Brontë apuesta por una psicología más oscura, una introspección existencial y una construcción de la identidad mucho más conflictiva.

Jane Eyre también dialoga con Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, especialmente en la dimensión gótica y en la figura del héroe atormentado. Sin embargo, donde Emily opta por el caos pasional, Charlotte construye una novela de redención, donde el amor sólo es posible si está fundado sobre la igualdad y el respeto mutuo.

Otras comparaciones pueden establecerse con La inquilina de Wildfell Hall de Anne Brontë, en su crítica al patriarcado, o con Grandes esperanzas de Charles Dickens, con quien comparte el interés por la infancia huérfana, la marginalidad y la construcción del carácter.

7. La edición de Alba Editorial: una joya para el lector exigente

Alba Editorial, conocida por su rigor y belleza editorial, ha ofrecido una edición impecable de Jane Eyre. La traducción a cargo de Carmen Martín Gaite mantiene la musicalidad y densidad del original, evitando tanto el arcaísmo innecesario como la vulgarización contemporánea. El diseño de cubierta, el tipo de letra, la calidad del papel y las notas críticas convierten esta edición en una experiencia de lectura estética además de intelectual.

Es una edición que respeta al lector y a la obra por igual.

8. Conclusión: Jane Eyre como símbolo universal

Jane Eyre no ha envejecido. La lucha por la autonomía, la necesidad de ser escuchado, el derecho a amar sin renunciar a uno mismo, la dignidad de los pequeños gestos éticos —todo ello sigue resonando. La protagonista de Brontë, pequeña, pobre y sin poder, encarna una fuerza moral que todavía desafía nuestras estructuras sociales y emocionales.

Gracias a esta edición de Alba Editorial, el lector en español puede reencontrarse con una de las voces más auténticas de la literatura victoriana. Una voz que, lejos de apagarse en el eco del tiempo, sigue hablándonos con la claridad de quien ha atravesado el fuego y ha salido intacta.

Porque Jane Eyre no es solo una novela. Es una forma de mirar el mundo.

Con la colaboración de Alba Editorial.

 

jueves, 26 de junio de 2025

Agnes Grey -reseña

 ¿De qué va el libro?

«¡Qué maravilloso sería convertirse en una institutriz! Salir al mundo…ganar mi propio sustento… ¡Enseñar a madurar a los jóvenes!» Éste es el sueño de la hija de un modesto vicario, un ideal de independencia económica y personal, y de entrega a una noble tarea como la educación. Una vez cumplido, sin embargo, los personajes de este sueño se revelan más bien como monstruos de pesadilla: niños brutales, jovencitas intrigantes y casquivanas, padres grotescos, madres mezquinas e indulgentes…y en medio de todo ello la joven soñadora, tratada poco menos que como una criada. Agnes Grey (1847), primera novela de Anne Brontë, es una árida revelación basada en experiencias autobiográficas del precario status, material y moral, de una institutriz victoriana; y constituye a la vez un relato íntimo, casi secreto, de amor y humillación, en el que el «yo más severo» y el «yo más vulnerable» sostiene una dramática batalla bajo lo que la propia heroína define como el «sombrío tinte del mundo inferior, mi propio mundo». 

¿Qué me ha parecido?

 

AGNES GREY: La transparencia moral de Anne Brontë



I. Una voz serena en un mundo que grita

Publicado en diciembre de 1847, Agnes Grey es el debut literario de Anne Brontë, la menor del célebre trío de hermanas que marcó con tinta indeleble la novela victoriana. Publicado en el mismo volumen que Cumbres borrascosas, de su hermana Emily, el libro fue opacado en su lanzamiento por el torbellino de pasiones y locura que traía consigo la obra de al lado. Pero Agnes Grey, como su protagonista, es una presencia silenciosa que observa, resiste, y sobrevive. Con el tiempo, esta breve novela se ha ganado un lugar en el canon no por grandilocuencia, sino por su integridad, su realismo íntimo y su compromiso moral.

 

II. Estilo literario: la sobriedad como ética

El estilo de Agnes Grey es deliberadamente austero. Anne Brontë rehúye los ornamentos narrativos y la retórica emocional propia de muchas novelas de su tiempo. Escribe con claridad, con contención, incluso con una sequedad a veces incómoda. No hay florituras, ni exaltaciones góticas, ni arrebatos sentimentales: hay observación, mesura y una voz narrativa guiada por la rectitud y el autocontrol.

Esa elección estética no es accidental. La sobriedad en Anne Brontë es una decisión ética. La autora desconfía del sentimentalismo barato, de la moral diluida entre giros melodramáticos, y elige un tono casi confesional que recuerda más a un diario que a una novela romántica. Su estilo está al servicio de un retrato realista, casi documental, del trabajo doméstico, la opresión de clase y género, y la pequeñez cotidiana que tantas veces aplasta a las mujeres.

Agnes narra en primera persona, sin ornamento ni ironía, y esa transparencia genera una sensación de verdad que no necesita alzarse para imponerse. Como ocurre en obras posteriores de George Eliot o Elizabeth Gaskell, la fuerza de la narradora radica en su capacidad de atención, en su fidelidad a lo observado, más que en su deseo de entretener o conmover.

 

III. El proceso de escritura: experiencia y coraje

La historia detrás de Agnes Grey es inseparable de la biografía de su autora. Anne Brontë fue institutriz en dos hogares ingleses, y sus experiencias se trasladan con escasa ficción a la novela. El primer empleo, con los Ingham en Blake Hall, fue especialmente traumático, y puede verse reflejado en la relación de Agnes con los Bloomfield. En su segunda posición, con los Robinson, Anne encontró inspiración para los Murray, retratados como frívolos, desobedientes y crueles.

Anne no escribió desde la imaginación gótica de Emily ni desde el impulso romántico de Charlotte. Escribió desde la vivencia directa, desde el cuerpo que carga humillaciones y desde el alma que se esfuerza por no quebrarse. El manuscrito fue rechazado inicialmente por varios editores, en parte por su sencillez argumental y su falta de “drama”, hasta que finalmente fue publicado por Thomas Newby, en el mismo paquete editorial que Cumbres borrascosas.

 

IV. Comparaciones y singularidad

Comparar Agnes Grey con otras novelas de institutrices del siglo XIX es inevitable. La más cercana es, sin duda, Jane Eyre (Charlotte Brontë, 1847). Ambas protagonistas son jóvenes pobres que trabajan como institutrices y encuentran el amor en hombres de moral compleja. Sin embargo, Jane Eyre construye una narrativa romántica con elementos góticos, una protagonista rebelde y una resolución casi mítica. Agnes Grey, en cambio, se instala en la cotidianeidad y la ética. Agnes no se rebela, no escapa de una casa en llamas ni lucha contra demonios interiores. Persevera. Aguanta. Observa.

Otra comparación valiosa es con Norte y Sur (1854) de Elizabeth Gaskell. Ambas novelas exponen las tensiones entre clases sociales y las condiciones del trabajo, pero Gaskell construye un conflicto industrial con tintes épicos, mientras Brontë se queda en lo doméstico, en lo invisible. Es una novela de puertas adentro, de humillaciones sutiles, de desprecios apenas pronunciados, pero profundamente hirientes.

En la línea de Villette (1853), también de Charlotte Brontë, Agnes Grey comparte el tono introspectivo y el foco en la experiencia psicológica de una mujer aislada. Pero donde Villette es ambigua, cerebral y a ratos onírica, Agnes Grey es nítida, sencilla y moralmente inquebrantable.

 

V. Recepción y redescubrimiento

La recepción de Agnes Grey en su tiempo fue tibia. Críticos como George Henry Lewes la tacharon de “insignificante”, considerando su narrativa demasiado modesta y su trama demasiado simple. En contraste con las pasiones exacerbadas de Jane Eyre o Cumbres borrascosas, el tono seco de Agnes Grey fue visto como carente de interés literario.

Sin embargo, esa misma contención es la que ha hecho de Agnes Grey una obra revisitada con creciente interés desde el siglo XX. Con el auge de la crítica feminista y los estudios de género, el valor de la novela se ha revalorizado como testimonio de la vida de las mujeres trabajadoras en la Inglaterra victoriana. Escritoras como Virginia Woolf o Margaret Drabble han elogiado la integridad narrativa de Anne Brontë y su compromiso ético, posicionándola como la más moralmente firme de las tres hermanas.

Hoy, la novela es leída como una de las primeras denuncias realistas de las condiciones laborales de las institutrices, y como una defensa serena pero contundente de la dignidad femenina.

 

VI. Otros datos de interés

·                Agnes Grey fue publicada bajo seudónimo (Acton Bell) en parte para evitar el prejuicio contra las mujeres escritoras, y en parte para proteger a la autora, que volcó en ella experiencias personales muy cercanas.

·                El personaje de Edward Weston, el pastor con quien Agnes encuentra un amor tranquilo y respetuoso, ha sido interpretado por algunos críticos como el ideal ético de Anne Brontë: alguien que no domina, sino que acompaña.

·                Anne murió a los 29 años, poco después de la publicación de su segunda novela, La inquilina de Wildfell Hall (1848), que fue aún más radical en su crítica al patriarcado y fue incluso censurada por su hermana Charlotte tras su muerte.

 

VII. ¿Por qué leer Agnes Grey hoy?

Agnes Grey es una novela que se desmarca del canon no por lo que exagera, sino por lo que evita. En tiempos donde el exceso y la espectacularidad muchas veces reinan en la narrativa, Anne Brontë nos recuerda que la verdadera revolución puede estar en lo simple: en escribir la verdad sin adornos, en dignificar el trabajo más invisible, y en mostrar que la resistencia puede tomar la forma de una voz que no se quiebra.

Es, en última instancia, una novela sobre la perseverancia. Sobre cómo mantenerse firme sin ser ruidoso, sobre cómo ser íntegro en un mundo que premia lo opuesto. Y por eso, a pesar de su aparente modestia, Agnes Grey no es menor: es una obra que habla con la voz de quienes rara vez son escuchadas.

Con la colaboración de Alba Editorial.


lunes, 16 de junio de 2025

Middlemarch -reseña

 ¿De qué va el libro?

Dorothea Brooke, a los diecinueve años, ha recibido «una educación para jovencitas comparable a las cavilaciones y opiniones de un ratón pensante», pero, activa e idealista, enamorada de un sesudo erudito en temas mitológicos, desea, «pobre criatura, ser sabia también ella». Con esa altitud de miras contrae matrimonio… y el matrimonio es un fracaso.

Tertius Lydgate, por su parte, joven médico emprendedor, anhela convertir la provinciana ciudad de Middlemarch a la «cultura científica», desafiando prejuicios e implantando reformas: a la bella Rosamond Vincy el talento del joven le suena a «una condecoración en la solapa o un ilustrísimo delante del nombre» y está convencida de que casándose con él accederá a una gloriosa vida social. También su matrimonio es un fracaso.

Y, en tercer término, Fred Vincy, el muchacho superfluo y sin vocación, y Mary Garth, la muchacha hacendosa y prudente, se gustan, se separan, se ponen a prueba y se vuelven a encontrar antes de consagrar ese vínculo al que sólo la experiencia y la resistencia parecen garantizar la fortuna y la felicidad.

Middlemarch (1871-1872) es la historia de tres parejas sujetas a los frágiles hilos del saber y el error, entretejida con la crónica minuciosa de los destinos de toda una comunidad en una época de cambios y reacción. Quintaesencia de la novela victoriana, George Eliot marcó con ella un hito en la historia de la literatura universal.

 

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Middlemarch o el mapa de todas las almas: George Eliot y la vida en provincias

Cuando Virginia Woolf escribió que Middlemarch era "una de las pocas novelas inglesas escritas para adultos", no exageraba. En un mar de ficciones victorianas que alternaban entre la caricatura social y el melodrama doméstico, George Eliot (seudónimo de Mary Ann Evans) entregó una obra que es a la vez tratado filosófico, ensayo histórico y novela coral. Más que una historia, es un universo. La reciente edición de Alba Editorial en su colección Clásica Maior reaviva el interés por este clásico absoluto, ofreciendo una traducción esmerada de José Luis López Muñoz en un formato tan sobrio como bello.

 

I. El proyecto de Eliot: mirar desde dentro

Mary Ann Evans nació en 1819 en Warwickshire, Inglaterra, en el seno de una familia conservadora. Su educación fue notable para una mujer de su época: estudió alemán, latín, italiano y fue una lectora insaciable. Pronto se separó del dogma religioso y comenzó a colaborar como editora y ensayista. Su relación con el filósofo y crítico George Henry Lewes fue tan duradera como escandalosa: vivieron como pareja sin casarse, desafiando la moral victoriana. Bajo el seudónimo masculino George Eliot, Evans publicó novelas que poco a poco conquistaron a lectores y críticos: Adam Bede (1859), El molino junto al Floss (1860), Silas Marner (1861) y, finalmente, Middlemarch (1871-1872).

El objetivo de Eliot era claro: elevar la novela al rango de estudio serio de la condición humana. En Middlemarch, subtitulada significativamente Un estudio de la vida en provincias, despliega esa ambición con una profundidad y una amplitud que aún hoy resultan pasmosas.

 

II. Una estructura coral

La novela entreteje diversas tramas ambientadas en la ficticia ciudad de Middlemarch entre 1829 y 1832. La figura central es Dorothea Brooke, una joven inteligente e idealista que aspira a una vida de significado moral e intelectual. Se casa con el reverendo Casaubon, un erudito seco y egocéntrico que promete una vida de estudio compartido, pero le entrega una existencia de frustración.

Paralelamente, el joven médico Tertius Lydgate llega a la ciudad con ideas modernas sobre la medicina. Se casa con la frívola Rosamond Vincy y lucha por implementar cambios en un sistema que lo rechaza. Fred Vincy, hermano de Rosamond, protagoniza una tercera línea narrativa, más modesta, que gira en torno a su maduración personal y su relación con Mary Garth.

A estos hilos se suman decenas de personajes: el banquero Bulstrode, el parlamentario reformista Brooke, el político Will Ladislaw, entre otros. Eliot construye una auténtica sociología novelada, una red de relaciones sociales, morales y económicas, donde cada gesto individual tiene consecuencias sistémicas.

 

III. El estilo y el lenguaje: la prosa de una moralista lúcida

Eliot escribe con una prosa rica, densa, a menudo ensayística. La narradora omnisciente no se limita a describir: opina, interpreta, juzga. En sus digresiones, la narración se convierte en ensayo; en sus descripciones, en pintura moral.

La ironía eliotiana es más sutil que la de Jane Austen y más empática que la de Thackeray. A menudo, Eliot anticipa los actos de sus personajes con observaciones como: "Es tan difícil no creer que uno sabe lo que siente el otro". Estas frases no solo iluminan la acción, sino que ofrecen una suerte de pedagogía emocional.

Cada capítulo comienza con un epígrafe literario o filosófico: Pascal, Dante, Wordsworth, Goethe. Eliot sitúa su novela dentro de una tradición intelectual europea, subrayando que su mirada es universal, no meramente provincial.

 

IV. Los grandes temas

1. El idealismo femenino. Dorothea es un personaje inolvidable no por sus actos heroicos, sino por la intensidad con que anhela una vida con propósito. La decepción de su matrimonio con Casaubon no la destruye: la transforma. Su historia anticipa debates sobre el rol de la mujer que hoy siguen vigentes.

2. Ciencia y progreso. Lydgate representa al científico moderno que choca con la tradición, la ignorancia y la corrupción. Su tragedia —no trágica en el sentido clásico, sino profundamente humana— radica en su derrota a manos de la mediocridad social y de sus propias ilusiones sentimentales.

3. Política y reforma. Ambientada en vísperas de la Reforma de 1832, Middlemarch aborda las tensiones entre conservadurismo y progreso. Pero Eliot no escribe panfletos: muestra cómo los sistemas políticos afectan a personas comunes.

4. Religión, culpa y redención. Bulstrode, el banquero piadoso con un oscuro pasado protagoniza una de las líneas más tensas de la novela. Su caída no es ejemplarizante, sino profundamente ambigua, lo que revela la complejidad de la ética eliotiana.

 

V. Recepción crítica: del rechazo al canon

La publicación serializada en ocho partes (de diciembre de 1871 a diciembre de 1872) tuvo una acogida desigual. Algunos críticos encontraron la novela excesivamente lenta y moralizante; otros elogiaron su alcance. Henry James, con su típica agudeza, admiró la construcción psicológica de Rosamond, aunque consideró que Will Ladislaw era un héroe débil.

Con el tiempo, sin embargo, Middlemarch fue elevándose en el canon. En el siglo XX, Virginia Woolf, F. R. Leavis y Harold Bloom la situaron entre las cumbres de la literatura universal. Hoy figura en las listas de mejores novelas de todos los tiempos, como las de Modern Library o la BBC.

 

VI. Comparaciones: Eliot y sus contemporáneos

Comparada con Jane Austen, Eliot ofrece un mundo más amplio y moralmente complejo. Austen se ocupa de los modales y los matrimonios dentro de una clase social definida; Eliot examina los vínculos entre clases, el papel del dinero, la ciencia, la política, la fe.

Frente a las Brontë, Eliot es menos tempestuosa y más analítica. Donde Charlotte Brontë escribe con fuego, Eliot escribe con claridad. Gaskell comparte con Eliot el interés por la condición femenina y la cuestión social, pero carece de su profundidad filosófica.

En el plano europeo, puede compararse con Tolstói, Balzac o Flaubert. De Tolstói toma la amplitud; de Balzac, la visión sociológica; de Flaubert, el interés por la interioridad, aunque sin su cinismo.

 

VII. La edición de Alba Editorial

La edición de Alba Editorial es un verdadero regalo. Su encuadernación sobria, su tipografía cómoda y su traducción respetuosa con el estilo original hacen justicia a la ambición de Eliot. El traductor, José Luis López Muñoz, logra mantener el tono elevado y reflexivo sin caer en el anacronismo ni el exceso de literalidad. El aparato de notas es discreto pero útil.

Esta edición permite leer Middlemarch como fue concebida: no como una lectura apresurada, sino como una experiencia intelectual y emocional que requiere —y merece— atención.

 

VIII. Conclusión: una novela para nuestra época

Middlemarch es una novela sobre el fracaso y la perseverancia, sobre los ideales truncados y las pequeñas victorias del alma. Ningún personaje logra lo que soñaba, pero todos —en mayor o menor medida— logran algo que les permite seguir adelante. Eliot no escribe para consolarnos: escribe para enseñarnos a mirar con hondura.

En tiempos de ruido narrativo y gratificaciones inmediatas, Middlemarch nos recuerda el poder de una prosa que piensa, que observa, que interpela. Leer a George Eliot no es solo leer una historia: es entrar en un espejo de nuestras vidas morales. Un clásico, en el sentido más exigente y necesario de la palabra.

Con la colaboración de Alba Editorial.

 

Jane Eyre -reseña

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